JOKANAAN
¿Quién es esta mujer que me está observando? No quiero que me observe. ¿Por qué me observa, con sus ojos de oro, bajo sus párpados dorados? No sé quién es. No deseo saber quién es. Hagan que se marche, no es ella a quien hablaré.
SALOMÉ
Soy Salomé, hija de Herodías, princesa de Judea.
JOKANAAN
¡Retrocede, hija de Babilonia! No te acerques al elegido del Señor. Tu madre ha llenado la tierra con el vino de sus iniquidades, y el alarido de sus pecados ha llegado incluso a los oídos De Dios.
SALOMÉ
Habla de nuevo, Jokanaan. Tu voz es como música para mis oídos.
EL JOVEN SIRIO
¡Princesa! ¡Princesa!
SALOMÉ
¡Habla de nuevo! Habla de nuevo, Jokanaan, y dime lo que debo hacer.
JOKANAAN
¡Hija de Sodoma, no te me acerques! Más bien cubre tu rostro con un velo y esparce cenizas sobre tu cabeza y marcha hacia el desierto y busca al Hijo del Hombre.
SALOMÉ
¿Y quién es este Hijo del Hombre? ¿Es tan hermoso como lo eres tú, Jokanaan?
JOKANAAN
¡Ponte a mis espaldas! Escucho en el palacio el batir de las alas del ángel de la muerte.
EL JOVEN SIRIO
Princesa, le imploro que vaya adentro.
JOKANAAN
Ángel del Señor, ¿qué haces aquí con tu espada? ¿A quién buscas en este palacio? El día de aquel que morirá en un manto de plata aún no ha llegado.
SALOMÉ
¡Jokanaan!
JOKANAAN
¿Quién habló?
SALOMÉ
¡Estoy enamorada de tu cuerpo, Jokanaan! Tu cuerpo es blanco como las lilas de un campo que el segador jamás ha segado. Tu cuerpo es blanco como la nieve que yace en las montañas de Judea y que baja por los valles. Las rosas del jardín de la Reina de Arabia no son tan blancas como tu cuerpo. Ni las rosas del jardín de la Reina de Arabia, ni los pies del amanecer cuando alumbran las hojas, ni el seno de la luna cuando yace en el seno del mar... No hay nada en este mundo tan blanco como tu cuerpo. Déjame tocar tu cuerpo.
JOKANAAN
¡Retrocede, hija de Babilonia! Por la mujer es que vino la maldad a este mundo. No oses hablarme. No te escucharé. Yo solo escucho la voz del Señor.
SALOMÉ
Tu cuerpo es espantoso. Es como el cuerpo de un leproso. Es como una pared enyesada a donde las víboras se han arrastrado; como una pared enyesada donde los escorpiones han hecho su nido. Es como un sepulcro emblanquecido, lleno de cosas repugnantes. Es horrible, tu cuerpo es horrible. Es de tu cabello de lo que estoy enamorada, Jokanaan. Tu cabello es como racimos de uvas, como los racimos de uvas negras que cuelgan de los viñedos de Edom en la tierra de los edomitas. Tu cabello es como los cedros de Líbano, como los grandes cedros de Líbano que dan su sombra a los leones y a los ladrones que se ocultan allí durante el día. Ni las largas noches negras, cuando la luna oculta su rostro, cuando las estrellas tienen miedo, son tan negras como tu cabello. El silencio que ronda en el bosque no es tan negro. No hay nada en el mundo tan negro como tu cabello... Déjame tocar tu cabello.
JOKANAAN
¡Retrocede, hija de Babilonia! No oses tocarme. No profanes el templo del Señor.
SALOMÉ
Tu cabello es horrible. Está cubierto de fango y polvo. Es como un lazo de serpientes enrollado en tu cuello. No amo tu cabello... Es tu boca lo que deseo, Jokanaan. Tu boca es como una banda escarlata en una torre de marfil. Es como una granada cortada con un cuchillo de marfil. Las flores de granadas que florecen en los jardines de Tire, de colores más intensos que las rosas, no son tan rojas. Los rojos bramidos de las trompetas que anuncian la llegada de los reyes, y que atemorizan al enemigo, no son tan rojos. Es más roja que los pies de las palomas que habitan los templos y que son alimentadas por los sacerdotes. Es más roja que los pies de aquel que regresa de un bosque habiendo asesinado un león y visto tigres dorados. ¡Tu boca es como una rama de coral que los pescadores han hallado en el crepúsculo del mar, el coral que ellos guardan para los reyes...! Es como el bermellón que los moabitas encuentran en las minas de Moab, el bermellón que los reyes llevan consigo. Es como el arco del Rey de los Persas, que está pintado con bermellón, y guarnecido con coral. No hay nada en el mundo tan rojo como tu boca... Déjame besar tu boca.
JOKANAAN
¡Nunca, hija de Babilonia! ¡Hija de Sodoma, nunca!
SALOMÉ
Besaré tu boca, Jokanaan. Besaré tu boca.
¿Quién es esta mujer que me está observando? No quiero que me observe. ¿Por qué me observa, con sus ojos de oro, bajo sus párpados dorados? No sé quién es. No deseo saber quién es. Hagan que se marche, no es ella a quien hablaré.
SALOMÉ
Soy Salomé, hija de Herodías, princesa de Judea.
JOKANAAN
¡Retrocede, hija de Babilonia! No te acerques al elegido del Señor. Tu madre ha llenado la tierra con el vino de sus iniquidades, y el alarido de sus pecados ha llegado incluso a los oídos De Dios.
SALOMÉ
Habla de nuevo, Jokanaan. Tu voz es como música para mis oídos.
EL JOVEN SIRIO
¡Princesa! ¡Princesa!
SALOMÉ
¡Habla de nuevo! Habla de nuevo, Jokanaan, y dime lo que debo hacer.
JOKANAAN
¡Hija de Sodoma, no te me acerques! Más bien cubre tu rostro con un velo y esparce cenizas sobre tu cabeza y marcha hacia el desierto y busca al Hijo del Hombre.
SALOMÉ
¿Y quién es este Hijo del Hombre? ¿Es tan hermoso como lo eres tú, Jokanaan?
JOKANAAN
¡Ponte a mis espaldas! Escucho en el palacio el batir de las alas del ángel de la muerte.
EL JOVEN SIRIO
Princesa, le imploro que vaya adentro.
JOKANAAN
Ángel del Señor, ¿qué haces aquí con tu espada? ¿A quién buscas en este palacio? El día de aquel que morirá en un manto de plata aún no ha llegado.
SALOMÉ
¡Jokanaan!
JOKANAAN
¿Quién habló?
SALOMÉ
¡Estoy enamorada de tu cuerpo, Jokanaan! Tu cuerpo es blanco como las lilas de un campo que el segador jamás ha segado. Tu cuerpo es blanco como la nieve que yace en las montañas de Judea y que baja por los valles. Las rosas del jardín de la Reina de Arabia no son tan blancas como tu cuerpo. Ni las rosas del jardín de la Reina de Arabia, ni los pies del amanecer cuando alumbran las hojas, ni el seno de la luna cuando yace en el seno del mar... No hay nada en este mundo tan blanco como tu cuerpo. Déjame tocar tu cuerpo.
JOKANAAN
¡Retrocede, hija de Babilonia! Por la mujer es que vino la maldad a este mundo. No oses hablarme. No te escucharé. Yo solo escucho la voz del Señor.
SALOMÉ
Tu cuerpo es espantoso. Es como el cuerpo de un leproso. Es como una pared enyesada a donde las víboras se han arrastrado; como una pared enyesada donde los escorpiones han hecho su nido. Es como un sepulcro emblanquecido, lleno de cosas repugnantes. Es horrible, tu cuerpo es horrible. Es de tu cabello de lo que estoy enamorada, Jokanaan. Tu cabello es como racimos de uvas, como los racimos de uvas negras que cuelgan de los viñedos de Edom en la tierra de los edomitas. Tu cabello es como los cedros de Líbano, como los grandes cedros de Líbano que dan su sombra a los leones y a los ladrones que se ocultan allí durante el día. Ni las largas noches negras, cuando la luna oculta su rostro, cuando las estrellas tienen miedo, son tan negras como tu cabello. El silencio que ronda en el bosque no es tan negro. No hay nada en el mundo tan negro como tu cabello... Déjame tocar tu cabello.
JOKANAAN
¡Retrocede, hija de Babilonia! No oses tocarme. No profanes el templo del Señor.
SALOMÉ
Tu cabello es horrible. Está cubierto de fango y polvo. Es como un lazo de serpientes enrollado en tu cuello. No amo tu cabello... Es tu boca lo que deseo, Jokanaan. Tu boca es como una banda escarlata en una torre de marfil. Es como una granada cortada con un cuchillo de marfil. Las flores de granadas que florecen en los jardines de Tire, de colores más intensos que las rosas, no son tan rojas. Los rojos bramidos de las trompetas que anuncian la llegada de los reyes, y que atemorizan al enemigo, no son tan rojos. Es más roja que los pies de las palomas que habitan los templos y que son alimentadas por los sacerdotes. Es más roja que los pies de aquel que regresa de un bosque habiendo asesinado un león y visto tigres dorados. ¡Tu boca es como una rama de coral que los pescadores han hallado en el crepúsculo del mar, el coral que ellos guardan para los reyes...! Es como el bermellón que los moabitas encuentran en las minas de Moab, el bermellón que los reyes llevan consigo. Es como el arco del Rey de los Persas, que está pintado con bermellón, y guarnecido con coral. No hay nada en el mundo tan rojo como tu boca... Déjame besar tu boca.
JOKANAAN
¡Nunca, hija de Babilonia! ¡Hija de Sodoma, nunca!
SALOMÉ
Besaré tu boca, Jokanaan. Besaré tu boca.